Una de las metáforas más difundidas respecto a la comunicación psíquica, se basa en la paradójica visión del mundo que desarrolla la teoría cuántica.
La mecánica cuántica describe el comportamiento de la materia en el nivel subatómico. Allí, las unidades básicas no son particulas ni ondas, pero actúan como ambas. En este nivel, no podría decirse que la materia exista de forma definitiva sino que su existencia se expresa en términos de probabilidades.
Así, este “micromundo” se rige por leyes diferentes a las de nuestro “macromundo”. Veamos un famoso ejemplo: dos partículas subatómicas, un electrón y su antimateria equivalente (un positrón) colisionan destruyéndose el uno al otro y creando dos fotones (llamémoslos A y B) que se lanzan en direcciones diferentes. El fotón A no posee propiedades tales como el “spin” o la velocidad hasta que es señalado por un observador. En el momento que los observadores miden el fotón A, este adquiere un determinado “spin” mientras que el fotón B, adquirirá exactamente el “spin” opuesto independientemente de cual fuera la distancia respecto al otro fotón... y a pesar de no tener conexión alguna con dicha partícula. Este experimento sugiere que existen conexiones en el universo que escapan a nuestro "sentido común". La hipótesis especula respecto al idea de que los fenómenos psi se producirían en un nivel subcuántico, lo cual incluíria a la conciencia. Consecuentemente, este marco teórico podría explicar, eventualmente, el hecho de que un suceso sea percibido por la conciencia aún cuando sucediera a miles de kilómetros de distancia, tal como lo sería en el caso de la clarividencia.