La alquimia, antecesora de la química, combinaba la práctica científica con una visión mística de la naturaleza. Pero sus experimentos, por insólitos que puedan parecernos hoy día, allanaron el camino para el desarrollo científico moderno.
Los alquimistas medievales soñaban con descubrir la "piedra filosofal" o el "elixir de la larga vida", sustancia que transformaba en oro los metales comunes a través de un proceso denominado "transmutación". Traducido a tiempos actuales, el significado es exclusivamente espiritual y supone la búsqueda interior de la perfección.
Debido al temor que tenían de ser perseguidos, los alqumistas desarrollaron un complejo vocabulario con símbolos que permitían transmitir sus saberes de forma críptica. Por ejemplo, la estrella de sies puntas (el sello de Salomón) es uno de los ísmbolos mágicos más poderosos de todos los tiempos puesto que combina los sgnos de la alquimia del fuego (triángulo con el vértice hacia arriba) y del agua (triángulo con el vértice hacia abajo). Con el desenso del agua y la asención del fuego se crean el aire y la tierra: el sello representa entonces la unión de los cuatro elementos.
Lograr la "transmutación" suponía unir dos elementos opuestos, por ejemplo, el agua y el fuego o la tierra y el aire. El quinto elemento, simbolizaba el espíritu.