La adivinación es una creencia muy extendida en todas las culturas. Se basa en el conocimiento de hechos que sucederán en el futuro con la intención de conocer el devenir. En la antigüedad esta práctica solía relacionarse con la guerra, las enfermedades, la agricultura, la caza, el amor y la muerte.
Platón diferenciaba entre una adivinación intuitiva o natural, de otra inductiva o artificial. Cecieron considerba que los sueños proféticos y los momentos de éxtasis se enmarcaban dentro de la adivinación intuitiva, mientras que los augurios o estudios a través de otras técnicas como la contemplación de los astros, por ejemplo, eran de naturaleza artificial.
Casi en todas las culturas ha practicado alguna forma de adivinación en su historia. En los antiguos pueblos mesopotámicos, por ejemplo, éste arte era inseparable del sistema teológico asiriobabilónico. En el zoroastrismo también fue frecuente así como en muchas otras religiones aracaicas, como Grecia, Egipto y la antigua Roma. En efecto, los romanos creían que las divinidades podían comunicarse con ellos inscribiendo en la naturaleza un mensaje que habría de ser descifrado, lo que era conocido como el auspicium. Eran así los sacerdotes los que se ocupaban de las artes adivinatorias.
En China, la adivinación se practicaba a partir del I-Ching. Este libro sapiensal de consulta y asesoramiento, esta más cerca de lo oracular que de lo estrictamente adivinatorio, en efecto, la ambigüedad de sus profecías, deja a criterio del consultante su adecuada interpretación.
Los oráculos fueron muy utilizados en la antigüedad, algunos, como el de Delfos, alcanzaron mucho prestigio en tus tiempo. Allí, la sacerdotiza Pythia o Pititea era visitada por cientos de personas, con el objeto de conocer lo que el futuro les deparaba.
Según el método utilizado, la adivinación recibe diferentes nombres: